¿Cómo definir el lenguaje utilizado por los falsos profetas del nuevo siglo? A mí me gusta especialmente la fórmula que titula el artículo: el ‘lenguaje de los buenos’. ¿Cómo definir a los ‘buenos’? Tal vez el mecanismo de la exclusión me sirva para concretar el objeto de las definición. Dentro de los ‘buenos’ no se encuentran los negros, los árabes, los asiáticos, los indígenas, los mestizos, los gitanos, los eslavos.
Por exclusión objetiva, el ‘bueno’ es el hombre blanco. Repito, el hombre blanco. Excluidas quedan las mujeres de toda clase, negras, árabes, asiáticas, indígenas, mestizas, gitanas, eslavas, y también blancas. Este grupo extenso de personas no participan del lenguaje de los ‘buenos’, y lo aún más asombroso, tampoco de su filosofía de vida, ni siquiera de su mundo. Repito, ni siquiera de su mundo.
Desde el comienzo de la era de los hombres, muchas otras nos precedieron, el hombre blanco ha impuesto su ley sobre el resto. La ley de la fuerza, del miedo, de la discriminación sin complejos. Las situaciones de poder, de superioridad manifiesta, muchas veces, se ganan a través de la ley de la fuerza, pero casi nunca se mantienen a través de la misma fórmula decadente. Mecanismos más sibilinos como el lenguaje se imponen históricamente como vehículo idóneo de subyugación.
El lenguaje se ha convertido en un arma aún más eficaz que las armas, ya sean pistolas, rifles o misiles. El lenguaje no mata, convence. Consigue que quienes eran nuestros opositores, dejen de serlo porque sus convicciones han perecido frente a nuestro lenguaje, frente al lenguaje del antiguo y del nuevo mundo, el lenguaje de los ‘buenos’.
Pero el análisis sobre la represión formal del hombre blanco sobre el resto de seres humanos es un debate demasiado manido, y que en la actualidad queda desdibujado. No porque esa discriminación no se mantenga, sino porque sus límites se han perdido. La dialéctica de esa represión no se mantiene en los límites convencionales de hombre blanco contra hombre negro, o árabe, o asiático, o gitano, o mestizo, sino que el hombre blanco se ha convertido en un lobo feroz para sí mismo.
El fundamento del lenguaje de los ‘buenos’ es el concepto de normal. El marco que delimita la normalidad es tremendamente selectivo y estricto, sólo puede acceder a él: lo natural, lo esencial, lo convencional, lo original, lo puro, lo histórico. Pero la idea feliz de este concepto contradictorio es el paralelismo que se establece entre lo normal y lo bueno. Lo normal es lo que está bien.
Así, la conclusión se convierte en una afirmación innegable: lo que no es natural, esencial, convencional, puro, histórico, está mal. Dentro de esta conclusión existe una discriminación casi criminal. Esta identificación absurda se establece continuamente en diferentes foros. Los medios de comunicación, los escenarios de campañas electorales, salas de prensa, cafeterías, peluquerías, mercados, hogares, ninguno de ellos escapan al influjo devastador del lenguaje de los ‘buenos’.
Esta perversión del lenguaje no reside en la utilización del término normal. Ese es un concepto subjetivo, del que no se puede debatir. Lo normal para mí, es lo desviado para otro. El problema reside en atribuir al concepto de normalidad algunas propiedades que no tiene. ¿Por qué lo normal es lo natural, lo esencial, lo convencional, lo original, lo puro, lo histórico? Y sobre todo, ¿por qué lo normal es necesariamente lo bueno, lo que está bien?
Los ejemplos suelen ilustrar con exactitud la realidad:
• Si yo afirmara que uno de los factores principales que alejan al gobierno del PNV es el lenguaje, alguno me esposaría y me encerraría en una habitación sin llave. Pueden existir diferencias políticas irreconciliables, pero la utilización de un lenguaje de confrontación y discriminación es intolerable. “Lo que el Gobierno va a hacer es defender la Constitución y el Estatuto de Autonomía del País Vasco, y defender la convivencia entre los vascos y los españoles, como es natural”. Sin descubrir al autor material de estas palabras, este es un ejemplo claro de lenguaje de los ‘buenos’. Lo ‘natural’, como recalca el autor de la afirmación, es lo normal, y por tanto lo que está bien. Así, sin duda alguna, ni reproche posible, “la Constitución y el Estatuto de Autonomía del País Vasco, y defender la convivencia entre los vascos y los españoles” es lo que está bien, porque es lo normal, lo natural. El contenido puede ser correcto, pero las formas son despreciables. ¿Qué se quiere decir con esa afirmación? Que sólo él defiende la convivencia entre los vascos y los españoles. Tal vez sea porque sólo él está del lado de lo normal, lo natural, lo que está bien. El resto sólo puede pervertir el sentido de lo lógico. Se encuentran en el lado oscuro de lo desviado, lo artificial, lo impuro, lo ficticio, lo que está mal.
• Un ejemplo más próximo a una vida cotidiana es lo que escuché el otro día en una emisora de radio española en el coche de un amigo. Un hombre alarmado siente la necesidad inexorable de dar rienda suelta a su indignación. Afirma que las mujeres y los ‘gays’, parece olvidarse de las lesbianas, han sumido al hombre heterosexual a un nivel inferior al humano. Se siente minusvalorado y quiere luchar contra la represión a la que le someten sus enemigos opresores. Sostiene que ser ‘gay’, en la actualidad, es como tener una carrera, y que la igualdad de género es una utopía natural. Además afirmaba que él respeta la homosexualidad, pero que no le concede el rango de normalidad. Lo peor de sus palabras no es la renuncia a conceder normalidad a la homosexualidad, sino su trasfondo casi imperceptible.
Él la respeta, pero no es normal, porque no es natural. De forma inconsciente, o eso espero, estableció una línea roja en su pequeño espacio radiofónico. A un lado, los normales, los naturales, los buenos, al otro, esos desviados que lo discriminan sin complejos, y le recriminan años de una represión que no reconoce. Tal vez sea porque carecen del sentido de autocrítica y humildad para admitir la diferencia. Ellos todavía no saben que la diferencia es universal, y eso la hace recíproca.
En la utilización del ‘lenguaje de los buenos’ no existen excepciones por razón de la ideología ni las posiciones políticas. Ni tampoco por la posición social, ni la económica, ni la cultural. Sólo una condición es imprescindible: el afán personal por justificar lo propio y despreciar lo ajeno.
Sé el primero en comentar en «El lenguaje de los “buenos”»